Reflexiones: ¿siempre estuvo en mí?

Estos días de recopilación de diarios y escritos, me ha hecho reafirmarme aún más en que esto siempre estuvo en mí, siempre formo parte de mi ser. ¿Con esto quiero decir que desde pequeño se tenga que sentir predilección por estas cosas para poderlas disfrutar? No, en absoluto. Uno puede probar, por curiosidad, y encantarle. O siempre haber probado un rol, y al cambiar a otro, descubrir que le gusta por igual, o incluso más. Aquí, como en la vida, hay miles de opciones y libertad para tocar todas o ninguna. Pero lo que si es cierto en mi caso, es que siempre estuvo en mí.


Me vienen varios recuerdos a la mente, todos entrelazados. Recuerdos que siempre estuvieron allí, pero a los que no sueles hacer caso. Películas de las que ponen los fines de semana por la televisión, de secuestros y violaciones, y yo hipnotizada viéndolas, sintiendo una vergüenza, entrelazada entre deseo y culpabilidad intentando grabar en mi memoria todo: forcejeos, cinta americana en la boca, cuerdas, bridas, coacciones, chantajes, humillaciones, actitudes de superioridad del “malo” frente a la “heroína”... si intentaba huir de esas sensaciones y no quería sentirme así, recuperaba cosas de mi infancia, como las películas o series de dibujos. Ni por esas, siempre aparecía la heroína en apuros, siendo arrastrada de un castillo a otro, atada en una silla o amordazada con un pañuelo. Y vuelta a esta sensación de conocimiento y rechazo absoluto hacía mi misma.


El subconsciente también traiciona a veces, o te muestra tu verdadera naturaleza. El otro día, en el grupo de telegram de compañeros que comparten gustos conmigo, salió un tema que me hizo recordar un sueño que me avergonzó, a la par que disfrute mucho, siendo aún niña a mi ver: en ese sueño pasaban cosas a las que yo no podía dar un nombre o un sentido, pero ahora sí: era mi yo de más mayor, vestida muy apretada, sentada en un taburete de bar, con un hombre al lado tocándome el muslo, invitándome a una copa, y ofreciéndome un precio por irme con él: la posesión, el poseer a alguien, y hacerlo mediante chantajes, contratos o dinero, me rondaba la mente mucho. Cuando empecé a descubrir mi cuerpo se me entrelazaban imágenes como las anteriores, junto con otras de alguien que físicamente me dominaba, en una sala grande, muy espaciosa, que no necesariamente parecía un dormitorio, con muchas cosas que “hacían daño” pero que yo ni llegaba a ver, prácticamente violándome. Y yo sabiendo que pertenecía a esa persona, y junto al dolor había una sensación de calma, de placer, de resiliencia, de mantra. Alguna imagen también se cruzó de estar suspendida (sin saber cómo, por desconocimiento en técnicas al imaginarlo) del techo, sintiéndome indefensa, y expuesta hacia el “malo” que no me parecía tan malo...me parecía admirable. Y esa misma situación dentro de una jaula, o atada.

Tengo recuerdos confusos de niña, de mi primo jugando a indios, o no se a que era, en el cuál me ató a una silla, y aunque no me agradó que fuese él quien lo hiciese, si el acto en si, y me dejé hacer mucho. Y como en seguida me sentí muy humillada y avergonzada, para mal, cuando mi primo llamaba a mi familia a la habitación y yo quería soltarme: no quería que me viesen así.

Eso siempre ha sido y sigue siendo así: salvo mi amo, no quiero que nadie me vea así. En una sesión de shibari con ropa, sin mordazas que no sea la propia cuerda, pinzas o palillos, no quiero que me vea nadie. Si alguien me ve así, prefiero que sea un desconocido que me olvidará, y a poder ser, alguien conocido o “de fiar” del sitio donde estemos. Amistades mías que son vainilla y saben de mi gusto por las cuerdas, sí. Amistades que no saben nada de lo mío previamente no, nunca. Familiares: jamás. Gente que me vaya a hacer sentir con esa sensación tan desagradable de aquel día: nunca jamás.
Y esto se extrapola en otros ámbitos: sí, soy sumisa, pero SÓLO de mi amo, nadie más tiene derecho a someterme, ni a castigarme. Y por supuesto no me dejaré. Esas fantasías de roleplays y secuestros, sólo las deseo y las busco con mi Amo, con nadie más. Tengo estas tendencias, pero una mente completamente sana y clara respecto a mis gustos, busco lo consensuado, sólo quiero pertenecer a una persona. Sólo soy su propiedad. Nadie más puede atarme, nadie más puede sacarme gemidos. Suya, sólo. Porqué mi Amo rescató una vida rota, y la lleno de amor y dominación. Y de esperanza. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Primeros sorbos de esclavitud

Este septiembre... voy a ser esclava

Sesión waterboarding