Primeras sesiones (II) en la calle
Sigo bastante atareada, con trabajos interminables, de los
que te queman los ojos en el pc, y que por más que te esmeres, toca rehacerlos
una y otra vez.... la magia de la vida universitaria de estos años.
Mi estrés estudiantil y preocupaciones laborales conviven
día a día con las ganas de volver a sentir cuerdas en mi piel (limitadas a sólo
un día por semana, pero.... yuju!! Ese día es mañana ya!) y a leer y leer sobre
mi tema preferido (pista: no es el apasionante mundo matemático...) y eso me
ayuda a sobrevivir, en una mezcla entre estar quemada cuál incendio, notar
hormigueo en la planta de los pies de la necesidad de una nueva sesión (la
última fue el día 11...) y subirme por las paredes del estrés. No negaré que el
domingo/lunes tuve un bajón muy bestia debido a ese tema, pero me dieron buenos
consejos (que espero redactar todo). Como ayer trabajé asombrosamente bien, y
esta mañana también, creo que me merezco este break de ir poniendo al día el
blog (que es gratis, y me ayuda a recordar buenos momentos ^_^) para retomar
las obligaciones con energía.
Así que, aún a riesgo de que se me acumulen cosas más
actuales, paso a intentar recopilar/redactar mis recuerdas de esas primeras
sesiones, hacen ya 3 años (y 4 meses y pico ahora).
En la anterior sesión que conté, donde todo era muy bonico y tal (click aquí para leer la anterior sesión ) ambos nos
quedamos con ganas de más. De los descubrimientos que obtuvimos el uno del otro
fue, que aparte de los azotes, nos gustaba el juego “bruto” y el forcejear. En
uno de los momentos de “break” de ese día, en los cuáles mi cabeza se iba un
poco para todos lados, al no creerse la realidad de la situación, sin saber
como se inició un mini juego, en el que Él roleaba ser el típico maleante de la
calle, que te acosa, te intenta sobar y te intenta robar un beso. Yo, era la
niña rebelde (¿brat? Siempre ha habido un poco en mi) que se resistía e
intentaba apartarle a toda costa. No pensé en que quizá le molestaba que usara
la fuerza para apartarlo, que quizá le cortaba el rollo que dijera “no, no,
nooo” de manera lastimera o que se pensaría que no quería (cuando sí quería).
Pero entre que conforme más me resistía, Él se metía más en el papel, y que vi
que tenía una erección, ambos nos sorprendimos de encajar también en esto.
Así que eran demasiadas cosas en común y demasiadas ganas
para tan pocas horas de un día. El móvíl seguia echando humo de nuestras
conversaciones...pero la casa no se quedaba libre ni para atrás (de que me
sonará ahora...) y estábamos MUY quemados. Tanto, que acabamos en un campus
universitario enorme, en pleno agosto (bien de solarra, aunque fuimos desde
bien temprano, escondidos como los amantes de una telenovela). Recuerdo que
llevaba una medias transparentes, y una falda de tablas negra (digo que lo
recuerdo, porqué cuando vimos que el campus estaba asombrosamente vacío, acabé
provocando a Amo haciéndole enfadar, para salir corriendo cuál liebre, dando
saltos esquivando pedrolos y baches, porqué el campus estaba en España, y ya se
sabe que aquí hay muchos que la parte de jardinería como que mal). Total, que a
cada salto/brinco para evitar caerme de morros al suelo y romper la magia del
momento, temía que se me viesen las bragas (de rayas rosas y blancas que Amo
pidió expresamente que llevase). Y mirad que no soy fan de los deportes tampoco, pero era de lo más emocionante esa adrenalina/miedo de saber que te
persiguen, que si te cogen va a haber dolor, y placer y..... (no me estoy
relajando nada! Me estoy tensando más... ARRRG, sigamos!!).
A partir de aquí nos iniciamos en una serie de situaciones
que se dieron en la calle (con alto riesgo de que nos cogiesen) y a pesar de
que yo no disfruto NADA del riesgo a que me pillen (es uno de los fetiches que
se suelen imaginar típicos en este mundillo que conmigo no va nada...pero en
ese momento....necesitaba probar eso). Estábamos desesperados buscando un sitio
con algo más de intimidad, y resguardado. Amo llevaba una mochila dónde decía
que tenía sorpresas para mi... y caray! Yo quería ver esas sorpresas, como es
lógico y normal. El sol empezaba a fastidiar, se había hecho el mediodía jugueteando, y picaba en la piel. Nos topamos con un parking del profesorado,
dónde no había vigilancia ni nadie en la garita. Nos asomamos: parecía prácticamente vacío. Nos escurrimos por debajo de la valla, inactiva, y bajamos
andando a la planta de más abajo. Tenia su puntazo: muchas columnas, apenas uno
o dos coches aparcados. Permanecía en una oscuridad que proporciona un sitio
cerrado, pero que te permite ver algo, con la genialidad de que debía tener
sensores o algo similar, ya que cuando salí a correr por mitad del parking
vacio para jugar, allá por donde pasaba, se iluminaba el techo, permaneciendo
así unos segundos.
Eso nos hizo bastante gracia, y estuvimos jugando a una
especie de escondite cazador/presa, pero moderándonos, buscando como locos si
habría cámaras de vigilancia... no era plan de que sin apenas haber empezado a
jugar en serio con estas cosas, nos fichase la poli o algo así, que se yo. En
el rincón de esa planta de parking había como una especie de caja graaande, con
ruedas (ancladas con seguro) y la puerta bloqueada con una cadena. Toda la superfície
de esa caja, parecia tal cuál una jaula, ahora entiendo que debía ser una cosa
similar a esos carritos grandes que usan en correos para llevar las cosas de un
lado a otro, y que podría ser una jaula portátil tranquilamente.
En su interior
habían encerrados trozos de cajas, doblados y amontonados. Resguardada por la
pared, y apoyada en ese mismo carro/jaula, había una carretilla graaande, con
muchas barras metálicas, antes de llegar a los mangos por donde se supone que
se cogen.
Siento decepcionar a algunos con recuerdos vagos a partir de
ahora, entre los nervios, la emoción y el miedo a que nos pillaran... se me
salía el corazón del pecho y solo recuerdo escenas. No obstante espero no
dejarme nada, para poder reeelerlo y rememorar todo el juego. Yo salí corriendo
una vez más por el parking, pasándomelo bien viendo ese juego de luces
encendidas por donde pasaba, resguardándome detrás de las columnas. En un
momento dado noté como Él me perseguía, Pensaba que sería un juego de
forcejeeos normalito, como el de antes. Pero oí un “click” y noté algo frio en
mi muñeca, y como tiraban de ella hacía atrás. Me giré: llevaba una esposa en
la muñeca. Por eso había tardado un poco más de lo normal en perseguirme: había
estado rebuscando en su misteriosa mochila para sacar la esposa. Ví que tenia
colgada una más del cinturón. Me llevó con violencia hacia la superficie de la
jaula/carro, y ajustó el otro extremo libre de la esposa, entre los huecos de
hierro de la puerta de la jaula/carro, ajustandola hasta su tope. Repitió el
proceso con mi otra muñeca libre. Probé a forzar: se oía un clangclangclang del
hierro de las esposas rozando con el hierro de la puerta metálica del carro.
Ahí pasé un poco de miedo: la situación me excitaba mucho, pero... ¿y si venía
alguien? Además, había otra cosa en juego. Yo tenía muchísima confianza en mi
mejor amigo de hacia años, una confianza incluso ciega. Pero los ojos con los
que me miraba ese día eran aún más fieros si cabe que los que tenía en su casa.
Por otra parte, estaba “encadenada” bien abierta de brazos, una muñeca lo más
separada posible de la otra. Mis manos estaban completamente separadas e
inaccesibles la una de la otra. Por el peso de las esposas deducía que no eran
de las de verdad/rollo policía que sólo y únicamente se abren con llave, sino
que debían ser de las de sex-shop, con el pompón/pelito de colorines protector
que le ponen, retirado previamente (gracias a Dios Amo, yo quiero violencia, no
jugar a las casitas y a los arrumacos) y por lo que sabía, suelen tener un
seguro en uno de los extremos que permite abrirlas aunque no se tuviese la
llave (más que nada por si venía alguien). Pero él solo tenía el acceso a esos
seguros, al yo no poder juntar una mano con
otra, estaba por primera vez en mi vida totalmente indefensa. Y eso me
asustó, realmente, me dio respeto. Muchos quizá pensáis: oh bueno! Pero en su
casa bien que te ató las muñecas. Ese es el punto: las muñecas, atadas, no
sujetas a ningún sitio. Con una cuerda, que se puede cortar, o deshacer el nudo
con los dientes (eso pensaba también cuando jamás habíamos practicado shibari y
los nudos eran fácilmente “des-hacibles” jajaja) si la sesión anterior no me
hubiese gustado algo, podría haberme desatado. Tenía las piernas libres para
patalear. No estaba atada a nada, podía correr. Él vive en un bloque de pisos,
en una planta baja: podía gritar y que me oyesen los vecinos. No se, mil ideas
que, en caso de que mi mejor amigo de siempre secretamente fuese un psicópata
en potencia e intentara hacerme algo no pactado, podía usar para liberarme
cuando el juego ya no fuese tan juego. Y ahora analicemos la que era mi
situación actual: parking abandonado, bajo tierra, en un campus desierto por
ser pleno agosto. Manos inutilizadas, con hierros (que no se pueden forzar
forcejeando como con una cuerda) y un carro encayado, que no podría tirar de
el, porqué no soy Hércules y las ruedas tenían en seguro. Volví a revolverme,
la sensación de miedo/indefensión unida a el chute de adrenalina que esa
realidad me proporcionaba metieron un subidón en mi cerebro, que no sabía como
sentirme. A esto hay que unirle que el estaba serio serio, no rompía el juego.
Parecía todo muy real, era muy real. Sabía también que no teníamos palabra
clave (como os dije, nunca la tuvimos antes y ahora que la tenemos “por si acá”
nunca la he usado, aunque mi última sesión me vi tentada a ello....) y maldecía eso. Quizá si la cosa se ponía chunga y le decía en serio que parase, notaría
mi tono de voz, y lo haría. Pero... ¿y si no?. Habían asuntos turbios de
nuestra amistad que resolver, el confesarnos esos días nuestras cosas más
íntimas hicieron salir a la luz también cosas que en el pasado a Él le hirieron
por culpa de mi inmadurez entonces. Y yo me sentía en deuda con él, como que de
un modo u otro tenía que compensarlo. Y mi mentalidad sumisa se activó:
- - Págalo con tu cuerpo. Tu perdón ya lo tiene, se
lo has dicho hasta la saciedad, tu mente ya es suya...dale tu cuerpo... ¿no
querías sentirte indefensa?, ¿sentir que te manipulaban? Mejor él, que es tu
amigo desde siempre y que aunque te muestre algo que te de miedo, tiene más
derecho por todo lo que habéis vivido, que no un desconocido.
Sí, todas esas cosas me bailaban en la cabeza en esos
momentos. Quiero recordarlas, atesorarlas. Quizá a alguien que va a empezar a
sesionar se le pasen cosas similares por la cabeza, si sirven de ayuda, aquí
están.
Todo era a causa de todo, él podría tranquilamente dejarme ahí atada y pirarse. No tenía ni mi móvil cerca. Al margen de que volviese al
rato, o nunca volviese, seria una gran putada. Y un pago a su dolor que mucha
gente si que haría (hay gente para todo, y esto era un juego real de control y
poder....podría haber pasado y lo sabéis. Jugamos todos con fuego...). Pero
estaba decidida, en mi mantra personal a dejarle. ¿Tenía miedo? Sabéis que si,
pero también excitación. Mis fantasías se estaban cumpliendo tan rápidamente
que daban miedo. No temía a que me hiciese dolor, o que me violase. Reconocí
que lo que más miedo me daría era que me abandonara: tanto por perderle a él,
como por mostrar al mundo/a quién me encontrara así mis oscuros secretos. Me
volví a sentir más arrepentida que nunca de mis fallos del pasado, y más
deseosa que nunca de pagar como fuese .Entended que yo, a pesar de mis gustos,
no concibo el sexo si no tengo sentimientos por la persona. Y que fue/era mi
primera experiencia D/S, jugar y que me atase era todo correcto. Pero entonces
yo aún no estaba enamorada de él, y que me violase o besase, hubiese sido duro
mentalmente para mí, porqué no estaba preparada (como inciso os adelanto que
antes hubo sexo, del calentón terrible que llevábamos, que no besarnos en la
boca, dejando eso como un acto más de amor).
Sacó dos sogas que me eran familiares de la sesión anterior,
y ató mis tobillos a la misma superficie, abriendo mis piernas y separándolas lo
más posible. Estaba retenida en una especie de X perfecta. Y el nivel de
indefensión seguía subiendo.
Se acercó a mi, con ojos de lobo hambriento, y me tapó la
boca con su mano. Me repitió que si me fiaba de él. Yo asentí con la cabeza
mientras el corazón me iba a mil por hora. Me susurró al oído que era suya, y
que quería verme revolverme.
Se alejó para ver el conjunto de su primera obra. Me
revolví, obedeciéndole. Él empezó a respirar cada vez más rápido y con ruiditos
(en serio, la comparativa con un lobo no es nada descabellada, tendríais que
haberlo visto...) se llevó las manos a la cara, intentando auto-controlarse
durante unos segundos, las apartó, me miró y dijo:
-Dioos... como me estás poniendo! –entre dientes, con voz
grave y seca.
Se me lanzo encima y empezó a lamerme y morderme el cuello,
a levantarme la camiseta e ir a por mi pecho. Y llegó a un punto crítico: de
nuevo mis genitales. Él ya me había dicho en nuestras confesiones que una de
sus mayores fantasías era comer un coño. Ya me había dicho la sesión anterior
que le encantaba el mío y lo veía muy bonito. Disfruté la última vez, pero
arrastraba traumas de mi relación anterior (en la cuál mi ex era egoísta y solo
quería placer para él, nunca me lo dio a mi, y ridiculizaba casi cada vez que
intimábamos el tamaño pequeño del mio, como si una controlara como se le
desarrolla el cuerpo...) con lo cuál, que Amo me lo viese una vez, no
significaba que estuviese preparada para que lo hiciera otra vez. Me lo debió notar,
porqué empezó a comérmelo, pero por encima de mis braguitas (gracias Amo).
Estábamos...ufff!!
Al rato de hacer cosas, me desató y, sin salirse de su
papel, me llevó a la esquina que formaba la pared, entre el hueco que había
entre la jaula/carro y la carretilla. Me mandó subir encima de la superficie de
madera de la carretilla.
-
¿Vas a obedecer en todo lo que te diga?
-
Sí
-
Sí, ¿que?
-
Sí, amo.
-
Bien...vamos a ver si dices la verdad...
Me mandó arrodillarme encima de la madera, y levantar los
brazos. Lo hice, cogió mis muñecas, y me las ató con la soga a uno de los
hierros “sin salida” que había en la carretilla, antes de llegar a las
asas/mangos. Cogió mis muñecas y me las movió él, para comprobar que estaban
bien atadas. Me miró, serio. Se llevó la mano al cinturón. Oí el “cliclicli”
mientras abría su hebilla. Se desabrochó el botón del tejano, se abrió la
cremallera.
Y la vi, por primera vez la ví, la polla de mi Amo. Miedo, sentí
miedo. Yo nunca antes de estar con Él había visto porno. La única polla que
había visto en persona en toda mi vida antes que esa, era la de mi ex. Y esa,
era completamente diferente: mucho más grande. Si con la anterior ya sentía
dolor/problemas....estaba acojonada con lo que me sucedería con eso. Madre mía,
a mis ojos y mi experiencia era gorda cuál antebrazo, joder (un momento??!! Estaba dando por hecho/presuponiendo que eso en algún momento me entraría dentro?!!
Jolín). Con una mirada fría, de poder y superioridad, y una voz grave que
acompañaba a esa mirada, empezó a darme órdenes cortas y contundentes:
-Abre la boca, del todo.
La abrí lo más que pude. Y la noté dentro, hasta la
garganta, me iba moviendo lo mejor que podía, no recuerdo si él acabó follándose mi boca, ahogándome como hace de costumbre, o si esa vez quiso ser
progresivo también y me dejó a mi ser la parte activa. Sólo recuerdo que fue
intenso, que mis mejillas ardían de vergüenza, y que cuando subía la mirada
como buenamente podía para verle, tenía una cara tan de gusto, poder y
relajación, que hubiese estado horas así. Me sentía feliz, realizada. Que
curiosa sensación, poder dar placer a la persona más importante de mi vida en
ese momento.
Noté su corrida, caliente y espesa en el interior de mi
boca. Me sorprendió mucho la cantidad que de repente noté. Al segundo casi, oí
otra orden.
-Ni se te ocurra tragarlo hasta que yo te lo diga. Abre la
boca.
Permanecí con la boca abierta, esperando la siguiente orden.
Se me hizo largo, tardó en darla, quería ponerme a prueba. Me sentía muy
humillada, a la par que obediente en esa posición.
-Mueve la lengua, con la boca abierta, que yo lo vea.
Movía mi lengua, saboreando y mareando el semen de un lugar
a otro en mi boca, mientras él me miraba, con sonrisa sádica, con ojos de
diversión.
-Bien, muy bien. Ahora cierra la boca, y traga
“Glup”, tragué sin decir nada.
-Bien, a partir de ahora siempre que suceda eso quiero que
digas “Gracias por la comida, Amo”, ¿has entendido?.
-Sí, amo.
-Entonces, ¿qué tienes que decir ahora?
-Gracias por la comida, amo
-Así es, buena chica –dijo mientras me acariciaba la cabeza-
Aquello me había descolocado por completo, pero me había
gustado mucho. Mi primera orden, la primera vez que le veía la polla. Y todos
esos nervios y miedo que pasé, se habían convertido en calorcito en mi pecho y
como ternura hacia él, cuando dijo el “buena chica”.
Me desató, guardamos las cosas. Ahora volvía a ser el que ya había visto antes. Me preguntó que como estaba, si me había molestado algo de
lo que me había hecho. Yo tenía pendiente hacerle mil preguntas sobre sus
gustos, pero me las guardaba para cuando nos fuésemos a separar, por escrito.
Me dijo que me merecía un premio. Sacó de la mochila una sábana, la estiró en
el suelo, y me mandó estirar. Me subió la falda, y empezó a comérmelo, por
encima de la braguita. Me miró, como pidiendo “permiso”, yo ya era más suya que
antes después de todo eso, se lo di asintiendo. Me la apartó y empezó a
comérmelo. Dios, me estaba dando mucho gusto... hasta que oímos el ruido del
motor de un coche, bajando de la planta superior a esa. ARRRG! Nos escondimos
en el hueco donde habíamos estado antes, y esperamos en silencio, y nerviosos.
¿Quién coño sería?, ¿nos habría visto?, ¿vendría hacia nosotros?. Yo sentí
horror al ver que la sábana se había quedado ahí, estirada. Vino a aparcar justo en nuestra planta, pero
por suerte lejos. Eran dos personas, una chica y otra más, la chica hablaba,
parecía concentrada. Hubo un momento de silencio en la conversación: quizá
casual, quizá vieron algo. Pero en ese último caso, supongo que pensó en una
pareja vainilla y que ni se imaginaba lo que había sucedido antes. Retomó la
conversación con su acompañante. Oímos el “pi pi” del cerramiento automático
del coche, y pasos que se alejaban, encendiéndose las luces por donde pasaban.
Fiuu, que miedo joder. Estuvimos un rato abrazados, mirándonos. Fue tierno.
Cuando consideramos que ya era seguro, recogimos las cosas y subimos hacia el
exterior, vigilando que no hubiese nadie. Vía libre, ya fuera, subidón de
adrenalina. UAU!
Estaba cayendo la tarde, Amo miró su reloj. El tiempo había
pasado volando. Yo no miré mi móvil ni ganas que tenía, no temía si habrían
mensajes preguntando por mi. Me sentía libre, y en total sintonía y cariño por
mi captor del parking. No habíamos comido aún. El me llevó a una zona con
arbolitos y un banco, y nos sentamos ahí juntos. Había traído de casa paninis,
comprados en una panadería. Me dio a escoger entre 2 de diferentes sabores que
me gustaban. Jo, como me cuidaba...como mejores amigos tenía estos detalles, y
ahora los seguía teniendo. Comimos, yo mirando a los árboles, al cielo, apoyada
en él, viendo como en el fondo jugaban unos chavales al baloncesto, en una
cancha. Me dio la risa “te imaginas que hubiesen bajado al parking?” más risas.
Todo fue especial, también porqué en ese campus, mi Amo
había estudiado su carrera. Yo me planteaba, aún con miedo, si estaría
preparada para la universidad, y si estaría bien que yo siguiera estudiando. Él
me apoyaba, me planteaba un mundo ideal dónde yo podría estudiar en ese campus
(no fue en ese, acabé en otro)y el podría hacer el máster allí también. “Podríamos
coger el transporte público juntos, cuando se sale de la ciudad, en invierno
hace mucho frío, pero podría dejarte mi chaqueta”. Sentí una sensación de
ternura y amargura por igual. Eso era muy de novios. No éramos
novios...nuestros amigos en común ni sabían nada de eso, nos escondíamos. E
intuíamos que se tomarían muy mal si surgiera algo entre nosotros, por haber
sido mi ex parte de ese grupo (la gente tiene la costumbre de juzgar relaciones
ajenas).
Recuerdo un recuerdo dulce/amargo. Fueron en total 45 días
de solo probar cosas D/S, cada vez sintiendo cosas más sólidas el uno por el
otro, escondiéndonos y con miedo a dar el paso. Me pidió un selfie con su
móvil, los dos juntos. Yo acabé aceptando, pero no quería, me sentía triste,
por la situación, por tener que despedirnos ya... por todo. Me enseñó la foto:
mis ojos eran de terrible tristeza. Temía mucho al futuro, que esto no llegara
a ningún sitio... pero lo necesitaba a mi lado más que nunca.
Fuimos camino a la ciudad, a mi casa. Me apoyé encima de él,
y me quedé dormida. Transbordo para coger los metros necesarios hacia mi casa.
Los dos en el vagón, de pie, yo contra la pared, y el delante mio, encima,
mirándome a los ojos, acariciándome, con ojos de tristeza por separarnos.
Abrazados.
Recuerdo que se nos hizo muy tarde, cuando llegamos a mi
parada, pero quisimos esperar en el andén, sentados en unos bancos de al fondo
del todo, viendo llegar e irse infinidad de metros, mientras hablábamos, nos
mirábamos y pensábamos: “al siguiente metro, nos despedimos”. Llamó un familiar
suyo al móvil, preguntándole por la hora a la que saldrían mañana y demás
asuntos cotidianos/sin importancia. Recuerdo la envidia e impotencia que sentí
al oír esa voz por teléfono, de saber que esa persona tenía un vínculo con mi
amo, y que ese vínculo era fuerte, que no dependía de calentones, de
circunstancias que podrían cambiar, o de gente que les iba a juzgar. Eran
familia, no tenían que esconderse....
Sí, mi Amo se iba al pueblo con su familia al día siguiente,
dos semanas seguidas. Estaba muy triste, te iba a echar de menos, Amo.
Llegué a casa y me cambié, al ver mis braguitas de
rayas que él me pidió llevar, me sentí muy feliz, y a los segundos, una
tristeza que me desgarraba el alma por dentro. Le iba a añorar, muchísimo.
Joder... ¿que coño me estaba pasando?.
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